Tras el tramitaje de aeropuerto y el fresco deste lado del vidrio mesperaba Marvin, una gota de sudor en la frente -y en todo el cuerpo, bah-, un cartelito de blueEnergy en la mano y una pregunta en la mirada. Sí, soy yo, le hice saber moviendo la cabeza. Me diría luego que esperaba una mestiza latina, tal como pensaría la Pau en Londra... bueno, al menos la trenza la tenía, Pau. Las fotos deste arribo están más abajo en Managua suavizada. No sé si tengo una de Marvin, pero si la hallo luego la pondré.
El asunto es que Marvin se dedicó a llevarme de tour por Managua luego de hartarse de insistir en los bancos para que yo pudiera cambiar el dinero. Entonces, una vez extinguidas -y fracasadas- todas las posibilidades, me miraría de costado y, ya con la confianza de haber buscado juntos toda una tarde, sonreiría condescendiente y delicadamente me diría: "Ahora, yo le pregunto -no me digas nada, Marvin, ya sé lo que vas a decir!: ¿No tuvo tiempo de cambiar el dinero antes?"
No, Marvin, yo sólo pasé por Nueva York y Miami, nada más.
No, Marvin, mi mamá ya me lo aclaró, a mí el dinero no me importa... sólo ocupé el tiempo en aventurarme a la gran manzana y eso ya fue suficiente, en la distribución desescaso tiempo no había ni un minutillo destinado a la captación de fondos, no no...
No jodan, estoy viniendo a Nicaragua, encima tengo que pensar en el dinero!??
Entonces fuimos por ahí... el monumento a Sandino, gigante a la vera de una laguna en el fondo de la selva...

un anfiteatro abandonado, un escenario hundido, una capital de país que parecía un pueblo pobre del litoral argentino, un teatro nacional Rubén Darío, una industria abandonada y mohosa, convertida en detuseñor la casa...

gente llevando en la cabeza cosas, una laguna enorme y podrida, una vera surreal con infraestructura bonita, una plaza principal triste, tan triste, laaaarga y profundamente triste, abandonada su catedral desde el terremoto, en grietas y traspasada por el cielo y las gaviotas, la foto parece bella, pero la realidad es triste y la verdadera belleza es triste, dice James, muy triste... Me faltan tantas fotos de Managua la bella (triste).
Luego, de nuevo a la camioneta para ir a casa, Marvin se quedaría con esa imagen mía durmiéndome sentada mientras andábamos y pese a los saltos. Qué gracia le causaría mi cansancio de tres días, de cien días...
Cinco y media de la tarde el sol -como yo- caía y le dije hasta mañana. No supe más nada hasta las dos de la mañana, cuando comprobé que realmente no sabía nada: Uy, estoy en Nicaragua!
Preparé los bolsos a la sazón de un sentimiento que ya no dejaría de sentir... esto es Macondo! El calor, la humedad que pecha por los poros, los bichos, sus sonidos, el barro, los años de lluvia, la vegetación abundante, las plantaciones de bananas abandonadas, los barcos abandonados, la guerra, sus rastros y las ideas locas, las empresas delirantes, la extensa familia de un país entero, los gringos y las hormigas que se lo llevan todo. Sólo faltaba la fantasía y el amor.
No diría que me enamoré, pero cuando escuché esa expresión al escaso fresco de las cuatro de la mañana, esa tonada caribe, casi cubana, presentada en paquete de voz grave, me sentí bastante más a gusto en las páginas deste libro: "A esta hora está bien rico, sabroso!" Fue un empujón que hizo correr más rápido la sangre por las venas. Y partimos. Un largo rato me tomaría describir la estación de buses. Hombres protegían la entrada con una puerta acandadada. Parecida a la estación de Jujuy podría decir, aunque con mucha menos boleterías y partidas. Aunque palabras como estación y boletería conllevan una representación que no les va a servir para imaginarlo, lamento que no voy a tomarme el tiempo para encontrar asociaciones más certeras. Y la foto salió mala. Puestos de vendedores ambulantes habrá que decir también. Que aun era de noche. Que Marvin me acompañó hasta la puerta del bus, donde me dijo que no me separara de mi mochila, que un señor había ubicado sobre los asientos al lado de la puerta trasera, que hubo resultado una buena cosa, puesto que allí atrás transcurrirían los eventos más destacados del viaje...

y que sonaba José Luis Perales cuando me subí.
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